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Algodón de azúcar, el dulce que hace que vuelvas a ser un niño

Algodón de azúcar, el dulce que hace que vuelvas a ser un niño

Hoy vamos a descubrir la historia del nacimiento del algodón de azúcar, el rey indiscutible de las ferias y parques de atracciones, y que nació mucho antes de lo que te puedas imaginar.

No le des más vueltas, para los niños no hay nada mejor que un buen palito de algodón de azúcar con el que embadurnarse la cara entre juego y juego. Todos nosotros, al menos una vez en la vida (¿solo uno?) lo comimos, sin importarnos ingerir azúcar y colorantes en estado puro. ¿Pero sabes quién inventó esa esponjosa nube rosa? ¿Y cómo se logra?

Una historia centenaria

Testimonios franceses dan fe de que en el siglo XVIII en Europa y en el siglo XIV en Venecia ya había una dulce similar al algodón de azúcar, pero hecho a mano, y, por tanto, muy cara y al alcance de unos pocos nobles. Hoy en día, el algodón de azúcar, tal como lo conocemos, fue inventado por, a ver, piensa un poco, William Morrison, un dentista de Nashville, Tennessee, y su amigo pastelero John Wharton, en 1897.

Este par de amigos amantes de dulces y caramelos varios crearon la electric candy machine que nos se haría famosa hasta que se presentara en 1904 la Exposición Mundial de St. Louis, Missouri. En ese momento, sus inventores llamaron al algodón de azúcar, el fairy floss, o lo que es lo mismo, hilo de hadas, y tuvo tanto éxito que lograron vender hasta 68.655 paquetes a $0.25 cada uno. Poco después, el palito dio la vuelta al mundo llegando también a Europa. No hace falta decir que fue entusiasmando a los niños y los no tan niños, quienes se volvieron l ocos y en poco tiempo lo podías encontrar en todas las ferias y fiestas populares.

Cómo sucede la magia

La máquina de Morrison y Wharton se ha ido perfeccionando con el tiempo. Hoy en día en el centro hay un recipiente donde se coloca el azúcar y cualquier colorante y sabor, la mezcla se disuelve y cuando se derrite se desprende del cuerpo central a través de pequeños agujeros; es en este punto, al entrar en contacto con el aire frío, cuando se solidifica el azúcar adoptando el aspecto esponjoso típico. En el contenedor de metal, como habrás visto miles de veces, se gira un palo alrededor del cual tiene lugar la magia.

A principios del siglo XX, para hacer girar la parte metálica central de la electric Candy machine había una manivela, ahora reemplazada por un motor eléctrico a batería, y mientras que antiguamente el contenedor de azúcar se calentaba gracias a una llama generada por un émbolo empapado en alcohol, hoy en día se hace por medio de una bombona de gas.

Lo hay para todos los gustos

Una de las ventajas del algodón de azúcar es el hecho de que es un dulce relativamente bajo en calorías y liviano, no olvidemos que para hacer una sola porción basta con una pequeña cantidad de azúcar y que el 70% de lo que saldrá estará compuesto de aire. Además del aire y el azúcar, hay colorantes y saborizantes: el color de lo que en Estados Unidos llaman Cotton Candy generalmente es rosa, dado el ligero sabor a fresa que normalmente tiene, pero los artesanos de algodón de azúcar no se han quedado ahí y han usado todos los colores del arco iris, celeste, amarillo y violeta y los han combinado con otros sabores menos clásicos como paprika, plátano, coco y menta.

Nosotros en España podemos considerarnos más tradicionales, y generalmente lo encontramos en los típicos puestos de feria en los que está hecho sin tintes y se ve como una dulce nube blanca o también en su variante rosa. Si crees que se vende solo en el palito de madera, te equivocas, en Estados Unidos puedes encontrarlo en botes de plástico, mientras que en Alemania lo tienen en bolsas similares a las de patatas fritas, donde puedes agregar copos de varios colores y sabores. Y, por ejemplo, en los países árabes y en otros países de América Central tiene el mismo aspecto que el nuestro recién hecho, pero viene en un paquete.

Blanco, rosa o azul, yo diría que vale la pena mancharse los dedos para volver, aunque sea por unos minutos, a ser niños otra vez.


Allegra Germani
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Allegra di nome e di fatto, ho 22 anni, studio Scienze Gastronomiche e non so ancora cosa fare della mia vita se non girare il mondo per riempirmi gli occhi e la bocca di cose buone.
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