Un sensor microscópico para controlar lo que comemos
Diseñar un sensor microscópico capaz de controlar lo que comemos puede que no te parezca un juego de niños, pero si lo piensas, cada vez es más fácil encontrar pequeños artilugios diseminados entre los objetos cotidianos. Solo tienes que pensar en cuán complicada puede ser la información para monitorear tu smartphone y, en breve, también tu ropa. Sin embargo, esta microscópica invención de la ingeniería parece haberse propuesto estar, literalmente, en boca de todos.
Un sensor para nuestros alimentos saludables
La idea inicial es compleja, pero el instrumento en sí es, al menos en apariencia, sencillo: es un pequeño cuadradito de 2 por 2 milímetros construido con una delgada capa de polímeros capaz de captar las diferentes sustancias en el ambiente. Está estructurado como un sándwich tecnológico, con dos rebanadas de oro en la parte exterior que actúan como antenas, y una interna que reacciona a las diversas sustancias.
Y aquí viene la parte interesante: el compuesto dentro del sensor reacciona de manera diferente dependiendo de la sustancia con la que entra en contacto, liberando frecuencias distintas en cada circunstancia. Al leer e interpretar estas ondas, se puede saber lo que se comió y bebió durante una comida. La idea es que dicho instrumento pueda permanecer en la boca del paciente durante mucho tiempo, con el fin de controlar su dieta durante un largo periodo tiempo, con el fin de planificar así tratamientos más precisos y efectivos.
